Fuente: Dilmer Cieza
Un día tan frío y solitario,
la historia de mi vida,
el sol entre rayos aparecía,
por las montañas suavemente se esparcía.
Los pájaros cantaban de alegría
mientras que mi vida se entristecía;
algunas aves preocupadas preguntaban
de mi angustia y tristeza que pasaba.
Solamente lágrimas de mis ojos caían,
ninguna palabra de mi boca salía
todavía, firmemente, a sus ojos le miraba
y cuando me miraban, mi rostro volteaba.
Un rostro cubierto de lágrimas,
como el cielo lleno de estrellas,
como las torrenciales lluvias en laderas,
que limpian la tierra como lavanderas.
Su preocupación aumentaba,
la mía, más se complicaba
ninguna palabra se escuchaba,
y la tarde ya se acercaba.
La desesperada soledad me agotaba,
incansablemente el corazón palpitaba;
con un sentimiento de dolor
ya estaba desfalleciendo de pavor...
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